Miércoles, 27 de Enero de 2021
Todos conocemos la vida del gran sanjuanino pero, exceptuando la de su madre, inmortalizada en Recuerdos de provincia, sabemos muy poco sobre la familia que lo rodeó.
Domingo Faustino Valentín Sarmiento pertenecía a una antigua familia relacionada con los primeros habitantes de San Juan, especialmente por su madre, Paula Zoila Albarracín Irrazábal, cuyos ancestros pueden rastrearse hasta el siglo XVII.
Su padre, José Clemente Cecilio Sarmiento estaba emparentado con el Dean Funes. Fue uno de los primeros sanjuaninos en plegarse al movimiento patrio apoyando en sus campañas a Belgrano y a San Martín, quien lo nombró capitán del ejército. Con ese grado asistió a la batalla de Chacabuco y fue el encargado de llevar el parte de la victoria a su provincia natal, además de custodiar a 300 prisioneros realistas. De hecho cuando su hijo visitó al Libertador en Francia, el General le hizo saber que recordaba a su padre a la perfección.
Si bien el matrimonio tuvo quince hijos, muchos de ellos murieron en la infancia, y Domingo fue el único varón, que tuvo una relación destacable con sus hermanas -Paula, Bienvenida, Procesa y Rosario- con quienes compartía la pasión docente.
En 1846 Bienvenida volvió a su provincia y abrió otra institución con las mismas características. Este colegio, que también era un internado, funcionó en lo que había sido la casa natal de Sarmiento, que hoy es un museo que lleva su nombre. Por persecución política, Bienvenida debió volver a Chile hasta 1857. Cuando su hermano fue gobernador de su provincia natal, ella ya estaba de vuelta por su tierra y creó la “Escuela Modelo”, a fin de formar maestras.
Al igual que Bienvenida, Rosario era diestra en el telar, habilidad que le ganó muchos elogios, y acompañó a sus hermanos en la cruzada docente. Rosario era la preferida de Domingo, quien durante su presidencia la llevó a Buenos Aires para hacerse cargo de la atención de su hogar, tarea que llevo adelante desde 1868 a 1874.
En 1850, Procesa contrajo matrimonio con el ingeniero Benjamin Lenoir y por un tiempo se dedicó a cuidar a su familia, hasta que su marido sufrió un accidente que le afectó la visión y ella se vio obligada a volver a la actividad como docente y retratista para solventar los gastos de su familia, y tan bien le fue que llegó a pintar el retrato del presidente Montt. Después de Caseros, Procesa volvió al país y se instaló en Mendoza, donde abrió una escuela de arte mientras su esposo se hacía cargo del correo local.
Entre los miembros de tan extensa familia, Domingo contó con el apoyo de dos de sus sobrinos. El homónimo Domingo Sarmiento Soriano fue alumno del maestro inmortal, estudió derecho en Chile sin completar la carrera, aunque por su extensa experiencia Sarmiento lo nombró ministro de la Cámara de Justicia durante su período como gobernador de San Juan. Lamentablemente, terminó sus días por mano propia al sentir comprometido su honor. El otro sobrino, Tomás Sarmiento, fue doctor en jurisprudencia y actuó como secretario de Domingo Faustino durante su presidencia. Tomás tuvo una prestigiosa actividad como funcionario.
Como fue proscripto, Domingo viajó nuevamente a San Felipe de Aconcagua con la niña, donde fue educada por sus tías, quienes la cuidaron mientras su padre viajaba por el mundo. Estando en París, Sarmiento conoció a Julio Belín, quien tenía interés en instalar una imprenta en Chile. Al llegar y conocer a la hija de su amigo, se enamoró a primera vista, y tuvieron juntos seis hijos. Todos ellos honraron la memoria de su ilustre abuelo. En 1865 Faustina quedó viuda y se asoció a su tía Bienvenida en su emprendimiento educativo. Fue Faustina quien cuidó de su padre hasta su último aliento, siendo partícipe ineludible de cada acto, busto o monumento que se erigía en nombre de Sarmiento.
*Omar López Mato es historiador y autor del sitio Historia Hoy